VELASCO, MANU
Un libro para docentes y para familias con los pies en la tierra y la cabeza en las estrellas. Con un discurso claro, sencillo y poderoso, que se basa en crear y cultivar con mimo y atención el instrumento más fuerte creado por el ser humano para transmitir conocimiento: el vínculo. En sus páginas descubrirás que el secreto para educar con las otras TIC (tiempo, interés y cariño) no es otro que empezar a propagar lo que el autor llama el «efecto purpurina»; un efecto basado en el optimismo, en la búsqueda de soluciones, en el tiempo, en las emociones y en la confianza; un efecto que contagia e ilumina. Si le dedicas tiempo, es muy probable que, al leerlo, sientas un irrefrenable deseo de querer ser mejor persona. Y si eres docente, de ser mejor educador.Este libro no está escrito sino con el corazón. Y si le dedicas tiempo, es muy probable que, al leerlo, sientas un irrefrenable deseo de querer ser mejor persona. Y si eres docente, de ser mejor educador. Las cosas que proponen sus líneas, ni son complejas ni están al alcance de unos pocos. Y la senda que conduce a ellas no se haya escondida en ningún recóndito lugar, sino que es la de alguien que, sin dejar de innovar, practica una pedagogía perenne y tremendamente humanista. Muy alejada de poses, modas, y superficialidades de todo tipo, y cuyo único propósito es tocar el corazón de cada ser, y acompañar sus latidos justamente allá hacia donde estén destinados a ir. Jorge Ruiz, líder de Maldita Nerea Manu nos ha desnudado su alma en estos renglones. Al pasearme por ellos y con sus palabras no he encontrado recetas, sí filosofía, pensamientos profundos y una manera de entender la infancia propia de una persona noble, comprometida y compasiva. He podido darme cuenta de que quizás es necesario que estos párrafos, presentados uno detrás de otro, pueden leerse desordenados, cuando te apetezca y donde el azar te haga abrirlo. Volver a releer y saborear. Manu; solo quiero inspirarme en su propuesta. Creo que este libro es ni más ni menos eso, una fuente de inspiración. Mar Romera